
Escribía el siempre imprevisible Carlos Boyero que la "Caja de Pandora", de la directora Yesim Ustaoglu, era la única película, junto a "Frozen river" (todavía no estrenada en España), de la sección oficial del Festival de S. Sebastián 2008, que hasta ese momento le había hecho sentir y pensar (El País, 23 de septiembre). Lo que no sabía yo es que a ese mismo festival se había presentado "Still Walking", de Kore-eda (ahora en cartelera), y, claro, sabiendo esto me hago la misma pregunta que Jordi Costa (El País, 12 de junio de 2009), ¿qué llevó a los miembros de ese jurado a decantarse por dar la Concha de Oro a la mejor película a "La Caja de Pandora" y no concedérsela a "Still Walking"?
La historia de la abuela, interpretada con fuerza por la francesa Tsilla Chelton, está bien, aunque tal vez sea un poco excesiva, lo que ya resulta abusivo es presentarnos a sus tres hijos más perdidos que la propia abuela, y que sea ella, con un alzhéimer evidente, la que tenga que centrar a sus tres desorientados vástagos. En fin, las ramas laterales de esta historia pesan demasiado. Me llamó la atención la escenografía de Estambul, nada turística. Parecía una ciudad nórdica (tapando los minaretes), con esa luz fría y húmeda. Además la vida de los turcos, nada islamizada. También me sorprendió el paisaje atlántico de las montañas de la abuela, cerca del Mar de Mármara.
Lo que opina Ana:
Es una película fallida en su argumento, ¿qué es eso de que una abuela demenciada se convierta en la redentora de una familia que hace aguas por todos sus flancos?No se sostiene lo que debería ser el pilar y así no puede funcionar.
Me resultó sorprendente encontrar una Turquía muy occidentalizada, sin ningún peso religioso, esta historia podría haberse rodado en cualquier país europeo contrastando la estresante y despersonalizada vida de una gran ciudad, con la fuerza y soledad de una aldea perdida en las montañas. No se oían los cánticos del muecín, uno de los recuerdos más arraigados que tengo de Estambul, las mezquitas aparecían como parte de un paisaje muy lejano, componiendo el skyline urbano. Tampoco era la Estambul turística, era la ciudad moderna, con sus torres de apartamentos, igual a cualquier otra, sin personalidad; alguna estampa del puerto, los viejos barrios junto a la Torre Galata, un paseo matutino (demasiado vacío y silencioso para ser real) en el barco que comunica las dos orillas, fueron los únicos momento en que pude reconocer algo el pulso de esta caótica y bella ciudad. También me sorprendió el marcado paisaje alpino en las cercanías del Mar Negro, volvías a creerte en Europa.
Pero, volviendo a la película, se le va de las manos a su directora, no es capaz de darle consistencia a un proyecto tan ambicioso que se le escapa por falta de credibilidad, empezando por una abuela demasiado vieja para ser la madre de los protagonistas, los perfiles de los personajes tienen poca hondura, sólo consigue transmitir bien su ritmo nostálgico, en lo demás fracasa, pero se deja ver. Lo que no puedo comprender es cómo desbancó del palmarés en San Sebastián a la magnífica "Still walking"; los jurados pierden muchas veces el norte, o están directamente descerebrados.