
Es una película arriesgada, ambiciosa, que busca dejar impronta, por lo tanto un aplauso a su director, Daniel Monzón, y a su equipo por lanzarse a hacer este cine desde aquí.
Se ha alabado mucho la interpretación de Luis Tosar, Carlos Boyero escribe que es para enmarcar, pero a su lado hay otros estupendos registros. Al mismo nivel, para mi, que Luis Tosar está Alberto Amman, este actor argentino que lucha, y lo consigue casi siempre, que no se le note demasiado el acento. En general todo el universo carcelario, incluyendo el mismo edificio, está a un gran nivel, los anónimos y los protagonistas. Fuera de la zona de presos, ya es otra historia, pero no desequilibra la otra parte para hacer peligrar la película (Resines, cómo no, salva su papel con nota). Hay aspectos, episodios y giros del guión que no terminan de encajar, pero ante el riesgo, el aplauso.