miércoles, 22 de julio de 2009

Paranoid Park


Por las cosas inexplicables de la distribución llega aquí con dos años de retraso, y gracias a que es Gus Van Sant. Aún así, sólo la proyectan en Madrid en un cine, en los Verdi.

Es una película que ha encontrado el equilibrio casi perfecto en dos aspectos estéticamente muy importantes: la fotografía y el sonido. Dificilmente se puede conseguir una mayor conjunción, además sin caer en lo común. En la fotografía, Christopher Doyle, guiado por el director, mezcla varios formatos y obtiene una narración de gran belleza y originalidad; que se ve acompañada por el sonido y la música, igual de original e interesante. El desarrollo de la historia no es lineal, pero es comprensible y le va bien al universo de los adolescentes protagonistas. Otra cosa es la interpretación y la profundización del tema central (la desorientación de un adolescente, en un ambiente familiar que se va a romper y con un accidente fatal). En cuanto a lo primero, el chico protagonista es bastante inexpresivo, más de lo que el personaje requiere (mucho mejor las chicas). En cuanto a lo segundo, es bastante superficial. Pero en esta película esto no importa, porque el goce y la excelencia vienen del lado de la factura, no de la tesis.
Lo que opina Ana:
Precedida de muy buenas críticas llega a la cartelera en la peor época del año, el verano. La dan sólo en los Cines Verdi, hay gente en la sala para lo que suele ser habitual.
La película es rompedora, busca nuevos caminos expresivos jugando con la música y las imágenes. Utiliza la cámara lenta e introduce filmaciones de vídeo amateur en algunos momentos, para hacer más real lo que está contando.
Nos habla de unos adolescentes muy perdidos a los que les cuesta encontrar el camino hacia la madurez, quieren comportarse como adultos, pero aún están muy lejos de serlo; chicos de familias acomodadas que buscan riesgos, se acercan a la marginalidad tentados por lo diferente y a uno de ellos, el protagonista de la historia, le espera toparse con la fatalidad como en una tragedia clásica; el final queda abierto, la historia está perfectamente planteada recurriendo a continuos saltos narrativos, pero no resuelta, porque eso es lo que han decidido director y guionista.