martes, 23 de junio de 2009

parque vía


No vive mal el sirviente Beto, muchos querrían ponerse en su lugar. Con una casa para él solo, con unas obligaciones diarias repetidas y fáciles de llevar, con libertad para recibir visitas y cumplir con el deseo sexual semanal. Sin nadie que le mande de cerca y le vigile constantemente. Ya digo, muchos. Por lo tanto, al presentarnos la vida de este hombre, que está interpretado por un actor no profesional, que en su vida cotidiana hace lo mismo que representa en la película, no está reflejando el director mexicano Enrique Rivero una denuncia de opresión, exclusión y miseria. Es otra cosa que podríamos llamar "eremita civil dentro de gran ciudad". Por eso Beto teme que se venda la casa de su señora, porque sabe que no sería capaz de enfrentarse a la vida exterior. Al final, en una pirueta soprendente, prefiere seguir aislado, aunque en unas condiciones muy diferentes.

¿Dónde está el mérito de esta película? En saberlo contar sin grandes medios, con elegancia de estilo y buen criterio narrativo.