jueves, 5 de noviembre de 2009

Ágora


Me alegro que semana tras semana, y ojalá dure, esté en el primer puesto de las cintas más vistas, porque es una película arriesgada, difícil. Una gran historia donde la epopeya es intelectual, trasmitiendo además un mensaje de libertad, de tolerancia. Aquí no hay gladiadores, ni héroes, ni guerreros, ni siquiera hay una historia de amor plena, el amor carnal está excluido.

Amenábar no se corta en presentarnos el fanatismo religioso del cristianismo, que usa métodos kaleborrequeros, masacrando al opuesto, eliminando la diferencia.

Nada que decir de la ambientación, de las escenas colectivas, de los momentos de acción. Quizás Amenábar ha sido demasiado fiel al mensaje, demasiado didáctico. Por ejemplo, esas visiones de la Tierra desde el cosmos, estilo Google Earth, son un poco chocantes. La altura de la exposición siempre es exigente. Por eso, tal vez, diga Carlos Boyero "Pero no enamora". Pero es muy recomendable verla, incluso en las aulas. Espero que la Conferencia Episcopal no la prohiba.
Lo que opina Ana:
Me ha gustado su recreación de Alejandría y el espíritu de la película, la denuncia de los fanatismos y la defensa de la libertad. La descripción del fin de un mundo y el comienzo de uno nuevo, intransigente y oscuro, destructivo y despiadado con el saber.
Elige Amenábar una época, la del triunfo del cristianismo, y se atreve a presentar a los cristianos como fanáticos que se acercan al poder y que abusan de él, al tiempo que destruyen un pasado de ciencia y relegan a la mujer a un papel de sirvienta.
No me gustan las salidas que hace al espacio para observar Alejandría, ni que hablen en inglés, eso me pasa con todas las de romanos.
La historia resulta fría pero no la descripción histórica, esa recreación es lo que más me interesa, mucho más que la propia protagonista que no llega a emocionarme.