
A veces uno guarda una imagen mítica de algún director que no sabes qué la motivó. Así me pasa con Wajda. Esta película me ha decepcionado primero y luego me ha puesto furioso. Decepcionado porque parece, o bien de un principiante: escenarios de cartón piedra, historias entremezcladas efectistas, sin engarzar, buscando conmover y resaltar al buen polaco víctima y mal polaco colaboracionista (es clasista también al presentarnos a la mujer del general desplazada por su sirvienta, a la que el nuevo régimen ha hecho digna). O bien, es de un ego descomunal, y lo demuestra la cámara, o sea el director, a la que no puedes olvidar con esos planos corto y medio sucesivos, travellings que se hacen tan evidentes. Y me puso furioso el final, que desde el punto de vista narrativo es lo mejor, pero que añade el mensaje de la religión unido al sacrificio: el ateismo contra el catolicismo. La cruz de un rosario de la última escena es para hacer aguas menores y mayores. Y quien pierde es la historia de fondo, que es lo importante. La masacre.
Lo que opina Ana:
Resulta confusa, no te explicas muchas de las cosas que pasan; se comprende lo esencial, el terrible crimen de Katyn, pero no se cuenta con garra, no lo sientes cercano, te parece todo un decorado en el que notas demasiado los efectismos de la cámara y de la preparación de las escenas. Es una pena que haya desperdiciado una oportunidad de transmitir el horror de este suceso tan cercano para él mismo, pues el padre de Wajda fue una de las víctimas.