Por fin Pedro Almodóvar vuelve a
regalarnos una gran película, desde Volver nos había dejado casi huérfanos y
ahora, con este osado desnudarse ante nuestros ojos, vuelve a mostrar que es un
gran cineasta. Música, fotografía, actuaciones, todo está medido con mano
maestra. He escuchado decir que el ritmo decae, que se notan dos partes muy
diferenciadas en la película, a mí no me ha ocurrido, no he encontrado
desniveles, la he visto con interés desde el inicio hasta el fin, he disfrutado
con los saltos a la infancia y con los dolores del presente. Volveré a verla
para recrearme en los detalles.