Pocos casos debe haber en los que un guionista de reconocido prestigio se convierta en director con un lenguaje propio que no esté lastrado por su vocación de guionista. Este es uno de ello, y al segundo intento, porque Steven Knight no acertó en su primera película, "Redención".
Locke tiene un guión preciso y medido y su puesta en escena es estupenda, y eso que la localización es mínima: un coche, el conductor, los espejos retrovisores, el navegador con el recorrido y con las llamadas entrantes y salientes, y aquí está el armazón dramático, en las conversaciones que se van sucediendo, que van configurando la difícil situación a la que se enfrenta el conductor. Por eso son tan importantes los tonos y modulaciones de la voz, tanto como la imagen del protagonista Ivan Locke (Tom Hardy).
Te imaginas esta historia en un libro, un cuento o una nouvelle y seguro que si está bien escrito te atrapa enseguida. Lo complicado es llevarlo a la imagen y ese es el milagro del cine, que se ha hecho realidad aquí. ¡Qué satisfacción poder disfrutarlo!
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Magnífica película. Utilizando un único decorado, el de un hombre al volante que
conduce por una autopista durante la
noche, Steven Knight consigue hacernos salir al exterior, y nos abre una
historia que está en la mente del protagonista, consigue hacernos ver lo que no
retrata la cámara, visualizamos al resto de los personajes, los que sólo hablan
a través de ese teléfono que no deja de sonar en los 85 minutos del metraje. Es
capaz de construirlos, de darles cuerpo, entidad, sentimos la desilusión de los
niños por no estar su padre en casa viendo un gran partido junto a ellos, vemos
crecer sus temores porque esa ausencia pueda hacerse más larga, vemos cómo el
capataz de la obra recurre a las cervezas para poder cumplir las órdenes que
recibe desde el coche, sentimos el desgarro de la mujer que descubre una
traición , casi tenemos dolores de parto en la habitación de un hospital
londinense. Todo está medido y bien resuelto.