Se comprende la benevolencia de C. Boyero y las tres estrellas de Metrópoli, es como despedirse de Philip Seymour Hoffman y no vas a hacerlo negativamente; además, si algo sostiene la película es principalmente su actuación.
Se trata de una historia de espías, de celos y rencillas, de zancadillas y traiciones entre los grupos que tienen en teoría que defender la seguridad de Occidente frente al peligro del islamismo radical. Estamos en Hamburgo y, sin embargo, nadie habla alemán, aunque sean espías alemanes, abogados y banqueros alemanes. Esto ya muestra una primera discordancia, pero la urdimbre se viene abajo cuando tratan a una alemana, abogada, y en Alemania como si estuviéramos en Rusia o en algún país del Cáucaso, es decir, sin ningún derecho sobre su libertad, intimidad y seguridad. A partir de ahí la historia no tiene sentido, ni la del desencadenante de todo el tinglado, el ruso-checheno Issa Karpov ni la del aparente éxito de la operación que dirige Günter Bachmann (Seymour Hoffman). Un director novel, con poca experiencia, una película grande para él, muchos actores conocidos y un gran Philip Seymour Hoffman.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
¡Qué difícil es hacer una buena
película de espías! Ésta, como tantas
otras, resulta confusa. Después de muchos enredos, sólo se entiende a medias y,
lo que es peor, ya ni te importa. A su
favor hay que valorar la cuidada ambientación y sobre todo la magnífica
interpretación, especialmente de Philip Seymour Hoffman que nos abandonó
dejándonos este último legado de su talento interpretativo y de Willem Dafoe,
otro de los grandes, de esa clase de actores que engrandecen la pantalla cuando
entran en escena.