Estuvimos en la sesión previa al estreno , el 20 de marzo, invitados por los cines Renoir. Estaba llena la sala. A Wes Anderson le gustan los cuentos de niños enamoradizos que huyen en busca de aventuras, como en Moonrise Kingdon, o de hoteles maravillosos situados en parajes de ensueño, poblados de personajes especiales y únicos.
Contando con el soporte literario de Stefan Zweig, Wes Anderson nos lleva a una zona de Europa del Este, en un tiempo situado entre guerras, con soldados amenazadores, que anticipan la sombra del nazismo, y allí, en el Hotel, gobierna la figura de un conserje, que parece un rey, rodeado de su séquito y pendiente de sus huéspedes, sobre todo si son mujeres maduras. La trama se desata cuando muere una de ellas y entonces el director disfruta con sus engaños y persecuciones, con sus decorados sofisticados, recorriendo "microcosmos con alma de casa de muñecas" (Jordi Costa). Sólo hay que dejarse llevar en este viaje nostálgico y disfrutar del cine (en el cine).
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Wes Anderson
despliega otra vez todo su ingenio para crear un ambiente mágico hablándonos en
esta ocasión de los estertores de un imaginado imperio Austro-húngaro, de un
mundo que se desvanece y que ve la llegada del terror y de la sinrazón avanzando
a pasos forzados para engullirlo todo.
La nostalgia por un
tiempo perdido, a punto de desaparecer que nutre la literatura y la biografía
de Stephen Zweig inspiran al personaje principal, el del conserje del gran
hotel balneario, un hombre excepcional cuyo perfil no puede ya encajar en la
nueva Europa que está a punto de aparecer con el avance del fascismo.
Escenarios, encuadres
y personajes de cuento enmarcan esta comedia agridulce que habla de los valores
del mejor librepensamiento, el de los a
tolerancia, frente a los valores totalitarios impuestos a la fuerza con una
violencia aniquiladora.