Estaban el director, la productora y a la vez montadora y otra gente de proyectos y plataformas cinematográficos (algunos dijeron que venían de las marchas de la dignidad que recorrieron ese día Madrid, el 22 de marzo). La sala se llenó, se había estropeado el sistema de aire acondicionado y el calor era inhumano.
El documental está condicionado por la historia posterior; es decir, por la prohibición de su proyección por el dueño del Edificio España, el Banco de Santander, y de la lucha en las redes y en los medios para levantar ese veto, esa censura. Y no se entiende por qué el Santander hizo eso, porque de paso le dio una notoriedad a este proyecto, que no lo hubiera tenido sin la mordaza.
Hay muchas horas de rodaje (200), condensadas en 95 minutos. El director en el año que estuvo dentro (el 2007), cámara en mano, cumpliendo el horario como un obrero más de los 200 que había, se fue integrando en el grupo, de tal forma que los obreros, aun a sabiendas que los grababan, no exageraban (alguno sí) su imagen, su comportamiento. Vemos por dentro una obra de demolición, que deja atrás vidas e historias, reflejadas en lo que queda tirado en el suelo de las casas y de las oficinas.
Surgen pensamientos sobre los proyectos, la vida, sobre la temporalidad que reduce todo lo pasado a un soplo de aire sucio. Los vigilantes, que dan mucho juego ante la cámara, nos relatan historias de esta referencia arquitectónica del franquismo. German es el último vecino en marcharse, resistió como un numantino el derribo de techos y paredes. Y todo este empeño para nada, para dejar la obra parada a la espera de mejor inversor (que finalmente parece va a ser un chino), víctima, una más, de la burbuja inmobiliaria.
lo que opina Ana:
lo que opina Ana:
Documental que pretende hacer hablar a los muros del
edificio España en la madrileña plaza del mismo nombre.
La cámara se adentra durante tres años en él para
documentar las obras de demolición de su estructura interna para ejecutar un
gran proyecto inmobiliario que acabará descarnado y haciendo aflorar la gran
estafa de la burbuja inmobiliaria. El documental alcanza una notoriedad
inesperada al impedir el Banco de Santander, propietario del inmueble, su estreno
comercial.
La historia se va construyendo gracias a la simbiosis
entre los significados de un edificio que ,en su día fue emblemático como
imagen de una nueva España que inicia el desarrollismo y comienza a olvidar su
larga postguerra, y las gentes que lo pueblan cada día entre el 2007 y el 2010
para maltratarlo con sus herramientas de derribo. Vamos conociendo a algunos
de los trabajadores de la numerosísima
cuadrilla, muchos de ellos inmigrantes de distintas procedencias, a sus guardas
de seguridad, desde el castizo ilustrado, al persa en el exilio amante del
“american way of life”.
Bajo la picota todo va quedando diáfano, pura casquería,
sólo se mantiene en pie, arrogante y misteriosa, una vivienda en ese monumental
laberinto de cascotes, la de un anciano que se resiste a dejar demoler la que
fue su vivienda matrimonial, el hacerlo le parece una traición a su viuda, pero
al final la picota también llegará a su hogar y el anciano, como un fantasma,
tendrá que abandonar el edificio sin volver la vista atrás.
Comienza con una bella toma de un picado en diagonal del
edificio y el arranque de la Gran Vía, una voz en off resume la biografía del
edificio y da paso a la actividad de las termitas en el interior, seguiremos la
vida del nuevo proyecto hasta acabar saliendo del edificio camino de un gran
vertedero, donde le diremos adiós al corazón agotado de este coloso herido.
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