Película con el sello británico,
cuidadísima ambientación y recreación de época. Estilo narrativo también
clásico, se cuenta en tres tiempos a través de flashbacks que van
reconstruyendo la vida y la epopeya del
protagonista, el matemático Alan Turing, encarnado por Benedict Cumberbath
de manera memorable. La vi con muchísimo interés, descubriendo la historia de
un personaje apasionante y desconocido que se merece un homenaje como el que se
le hace.
Emilio:
Ultima sesión del miércoles (22,45 h), cine lleno. Muchos jóvenes (¿universitarios?), grupos de chicos sin chicas. Dentro: risitas, cuchicheos, ruidos de bolsas, gente llegando tarde. Fastidio.
Ultima sesión del miércoles (22,45 h), cine lleno. Muchos jóvenes (¿universitarios?), grupos de chicos sin chicas. Dentro: risitas, cuchicheos, ruidos de bolsas, gente llegando tarde. Fastidio.
La película se organiza en tres espacios temporales que se van intercalando: presente, pasado y futuro. A veces genera confusión, sobre todo porque el presente es doble, el que corresponde a los últimos años de Turing, años 50, y a comienzos de los 40, en plena guerra.
Las secuencias exteriores (metro lleno de gente refugiada de los bombardeos, calles de Londres en ruinas, campos de batalla) son tan fragmentarias y testimoniales (también se utilizan imágenes de archivo) que parecen impostadas, artificiales.
Benedic Cumberbatch al componer su personaje (el del matemático Turing) extrema los extremos, el de un soberbio genio, el de un débil y solitario hombre. Su actuación ha sido muy valorada, a mi me parece un poco sobreactuado.
De cualquier forma es una película interesante por la historia en sí, por el personaje real y por conocer el papel de la ciencia y de la técnica en el desarrollo de la guerra. No es para dos estrellas (Metrópoli).