Lo de siempre en las películas inglesas de época: ambientación, vestimenta, personajes sin mácula. Se supone que Mike Leigh se ha ilustrado con detalle sobre la obra y la vida de Turner. Sorprende, por un lado, la independencia de normas en su comportamiento sexual: una mujer a la que abandona (con hijos), una criada con la que mantiene relaciones sexuales un tanto animalescas, su afición a los prostíbulos (aunque aquí esa parte quede muy matizada) y su convivencia más normal con una posadera viuda de Margate. Lo otro que llama la atención es su aspecto físico y su presencia en sociedad, a veces más parecido a los cerdos que a los humanos. Y a pesar de todo eso, nos lo muestra con una mente abierta y curiosa. Sabe que su mundo está en transformación vertiginosa debido a los avances técnicos y científicos (tren, barco a vapor, fotografía; aunque las primeras muestras del prerrafaelismo le hagan esbozar una sonrisa decepcionada) y toma nota de ello, no se obstina en lo pasado. No es una biografía al uso, vamos viendo escenas como representaciones de los últimos 25 años de su vida. Carlos Boyero cree que es una de las mejores películas sobre pintores (en Metrópoli le dan cuatro estrellas). A mi se me hizo un poco larga.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Espléndida ambientación, cuidadísima
hasta el mínimo detalle, desde el lenguaje utilizado, a las ropas, las
distintas atmósferas, el estudio, las casas, la academia de bellas artes, los
paisajes, todo rezuma autenticidad, te transporta a la Inglaterra de la primera
revolución industrial. La interpretación de Timothy Spall recrea magistralmente
el carácter huraño de Turner, muy bien acompañado por el resto del reparto.
Seguimos a Turner a lo largo de sus últimos 25 años de vida, acompañándolo como
su sombra en sus viajes, en sus momentos creativos, observando su carácter y sus pocas dotes sociales.