sábado, 31 de enero de 2015

Birdman. Dir. González Iñárritu

Película de un superdotado que decide enseñarnos que puede contarnos una historia sin usar el famoso corten, plano, contraplano. El ritmo, casi como el palpitar de un corazón acelerado, de un solo de batería va guiando los pasos inciertos de este actor de cine que tuvo un gran éxito y fue una estrella, y ahora vuelve, después de desaparecer, como actor de teatro. Todo gira entorno a los actores, su vida, frustraciones, miserias familiares y deseos de redención.
El guión, denso como el atormentado interior del protagonista, usa todas las referencias actuales que puede y principalmente el éxito remoto de Batman, con el mismo protagonista que ahora es el de Birdman, de tal forma que difícilmente podría haber Birdman sin su modelo mayor. Esto planteado en clave casi onírica, a veces como pesadilla.
Sería raro que no obtuviera premios en los Oscar, aunque a mi ni la historia ni el personaje me conmovieron. Sí me gustó el papel y la interpretación de la hija, Sam (Emma Stone).
Lo que opina Ana:
Película que sin duda pasará a la historia y servirá para ser diseccionada en las aulas de las escuelas de cine. Es atrevida en su forma, rodada en un único plano secuencia con un ritmo trepidante que se vuelve a veces claustrofóbico, al no poder salir de los estrechos pasillos interiores del espacio en que está rodada. La cámara nos traslada al interior de un teatro y desde allí juega con nosotros con travelling, planos picados y todo tipo de recursos ópticos para contarnos una historia que se debate entre la realidad y la ficción, entre lo que vemos y lo que pensamos, en un plano dual, el actor protagonista actúa mientras oímos las contradicciones de su pensamiento, asistimos a dos mundos paralelos, el de su mente y el de su realidad inmediata. Hay que verla dejándose llevar, sin pretender atar todos los cabos, asistiendo a un ejercicio de estilo que quiere buscar nuevos caminos expresivos consiguiéndolo. Todo ello para filosofar sobre lo efímero de la fama,  lo efímero de nuestra vanidad.  En esa continua dualidad se presenta también la pugna entre el cine y el teatro, Iñárritu sabe hablar con los dos lenguajes, y profundizar en su duelo.