¿Película de ficción? ¿Documental? Una mezcla. Dinámica, con una clara determinación estética, socialmente comprometida, mosaico de personalidades de todas las partes del mundo, utopía frágil de convivencia de los desamparados, finalmente abortada por el orden (la policía). Dos preguntas: ¿a dónde irán estos okupas y refugiados después de evacuar a la fuerza el hotel? Y, cuando nosotros la vemos, si vamos más allá de lo cinematográfico, ¿nos sirve para algo más?. Yo creo que no, pero aconsejo verla, claro.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Una historia que vuelve a dar
protagonismo a los sin techo, dignidad a los que se intenta dejar fuera del
sistema, voz y presencia a los que se ignora. En un viejo hotel abandonado en
el centro de São Paulo viven, organizados en comuna asamblearia un variopinto
grupo de personas que engloba a gentes muy diferentes, con una importante
representación de inmigrantes que huyen
de la guerra, de la pobreza, de la persecución política. La cámara va
guiándonos por los vericuetos de ese gran edificio ocupado, que ha recobrado la
vida y nos muestra pequeñas y grandes
historias, las que esconden sus nuevos moradores. Se abre al exterior gracias a
Skype, saltamos a Palestina, viajamos al Congo, a México. Subimos y bajamos
escaleras entramos en algunas
habitaciones, asistimos a sus asambleas, admiramos a algunos de sus
personajes, Dona Carmen se convierte en
una Marianne negra liderando la lucha.
Salimos con la alegría de haber descubierto una voz desconocida,
extraordinaria, la de la colombiana Lucía Pulido. Disfrutamos de una coreografía maravillosa de
mujeres danzantes, nos enternecemos con la historia de la elefanta Baba y
deseamos que este movimiento autogestionario que nace del pueblo consiga sus
objetivos. Se confunden los actores profesionales con los que sólo son ellos
mismos ante la cámara y se produce una simbiosis perfecta.