Kathryn Bigelow es una directora valiente, aborda los asuntos espinosos (guerra de Irak, apresamiento de Bin Laden) con rotundidad y sin paños calientes. Aquí todavía están más presentes estas características, porque narra cosas de su propio país, en su propio país: la desigualdad racial, los conflictos que genera y los estallidos de ira y violencia que provoca. En concreto se centra en el verano de 1967, pero, ella lo ha dicho, valdría para ahora mismo, porque la situación no se ha arreglado. No es posible mantener una tensión tan fuerte las dos horas largas que dura, y por eso puede que tenga algún bajón, pero es tan real, con imágenes de la época intercaladas, que a veces tienes la sensación de estar viviendo los hechos, de estar allí mismo, en esas calles, en ese hotel. Película recomendable.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Una mínima
introducción animada nos recuerda la huida de población negra del sur, a
finales del siglo XIX, buscando la libertad en las industriosas ciudades del
norte, buscando la ansiada y prometida igualdad; la directora sienta así las bases del relato,
se traslada entonces a 1967, Detroit, disturbios raciales, explosión creciente
de violencia, promesas incumplidas, segregación. Va presentando a los
personajes, los va perfilando, hasta enfrentarlos en unas horas de terror, en
las que estallará un odio sin límites. La tesis argumental está descrita, sólo
queda demostrarla con la sesión del juicio. La evidencia está clara, EEUU sigue
siendo una democracia blanca que posterga a los que no lo son. Dramáticamente
actual, la lucha por la igualdad continúa y los actos de barbarie también.