Mencionan tanto en El País (la comparan a la potencia poética de "Dersu Uzala", creo que exagera Jordi Costa)
como en Metrópolis (cuatro estrellas) a Robert Flaherty por que tiene este relato de antropológico. Podría ser una historia paralela a la de "Mandarinas", mismo escenario, misma voluntad de sobrevivir, mismo peligro de soldados de uno y otro lado. Abjasia, Georgia y Rusia. Hay una sensación de intranquilidad durante toda la película. Por la debilidad de los personajes, un abuelo y su nieta, por la presencia de la chica, siempre más expuesta a cualquier cosa, y luego por la geografía, una isla de un río, fácilmente abordable. Y la naturaleza que, además, amenaza la voluntad de labrar un campo de cultivo fértil y provisor. Desasosegante relato pese a su simplicidad. El director con su cámara observadora y acechante acentúa esa sensación y el piar agudo del pájaro en el bosque completa el augurio.Lo que opina Ana:
Poética película de carácter
etnográfico, acompañada por una bella fotografía que ensalza la naturaleza
fluvial de esta región del Caúcaso.
Asistimos al ciclo de la vida en unas
tierras nacidas con la sedimentación fluvial y aprovechadas por el hombre para
sus cosechas. Un anciano agricultor, acompañado por su nieta, colonizará una
pequeña isla para plantar maíz, veremos pasar los días y florecer la vida, incluyendo a la nieta que madurará
en la isla, abandonando la muñeca, metáfora de la niñez, con la que llegó en la
barca. Casi sin palabras, se contará una historia en la que entra también la
descripción de los conflictos políticos en la zona. Hay que dejarse llevar por
su ritmo, sus miradas y disfrutar.