viernes, 10 de enero de 2014

Una vida sencilla. Dirª Ann Hui

Lo más desconcertante de esta emotiva película es que refleja la historia real del propio productor, sin siquiera cambiar el nombre en la ficción, el protagonista también se llama Roger, y la visión que se hace de él es buena, con lo que la película resulta ser una auto alabanza. Salvado eso, y olvidado, se narra con contención (hay pocos momentos de sentimentalismo forzado) las relaciones de una sirvienta y el señor para el que trabaja, en la etapa en la que Ah Tao (estupenda la actriz Deanie Ip) sufre una apoplejía y deja de trabajar y ella misma decide entrar en una miserable y deprimente residencia. El protagonista, Roger (Andy Lau), de una forma bastante inexpresiva en sus gestos, muestra el cariño y el reconocimiento hacia su antigua criada, convirtiéndola casi en su madre. El amor mutuo forjado desde la niñez es lo que queda en la retina, y como marco Hong Kong, donde un apartamento de poco más de 30 m2 parece un palacio solo al alcance de unos pocos, y donde los viejos, como en cualquier país liberal capitalista, dependen del dinero para asegurarse su bienestar en la vejez.