Pese a ser el primer miércoles de precios especiales (3,70 €), no estaba abarrotado el cine.
Ha tenido muy buenas críticas, incluso se ha afirmado que podía ser la película del año. Reconozco la labor detallista de ambientación, una interpretación esforzada del protagonista y un plantel de grandes actores. Pero le falta algo, o le sobra. Escribe Boyero que se agradecería al director haber usado más el sentido de la elipsis para evitar que el espectador se sobrecargue de escenas horrorosas. Yo creo que las tiene, pero no se regodea en ellas; hay algunas más fuertes en "Django Desencadenado" de Tarantino sobre el mismo asunto. A mi me sobra perfección y planificación. Me resulta fría, no se desencadena la emoción, sí la indignación. El actor Chiwetel Ejiofor se entrega al papel, pero se le nota el esfuerzo y parece más teatro que cine, más actuación que representación. Quizás sea ese academicismo buscando los Oscar y grandes taquillas el que haya hecho que no salga turbado, que no sienta que he visto una obra maestra. Me llegó más "Lincoln", pese a sus excesos, de la que esta película podría considerarse su precuela y "El Mayordomo" su secuela.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Aunque las críticas hablaban de
extrema dureza en la presentación de la realidad de la esclavitud en los
estados sureños, abordada sin remilgos, alejada del tono edulcorado de lo que el viento se
llevó, presentando a unos dueños de plantaciones blancos, feroces e inhumanos;
sales del cine pensando que se queda corto. Hay latigazos y torturas, trato
despiadado, abuso constante,
consideración de los negros como pura mercancía sin alma, pero le falta garra, no
sientes como tuyos cada uno de esos sufrimientos, lo ves como algo que está
ocurriendo al otro lado de la pantalla, que es ficción a pesar de que la
historia que cuenta es real.
Michael Fassbinder, actor fetiche de
McQueen, borda el personaje de un grotesco patán, abusador. Son los personajes
de esos blancos sin escrúpulos los que mejor dan el tono, el melifluo latifundista interpretado por Benedict
Cumberbatch, que enmascara su cobardía catequizando a sus esclavos, pero
abandonándolos en las manos de su feroz capataz y cerrando los ojos a lo que
pueda ocurrir lejos de su amparo.