Contando con los problemas de audición característicos de algunas películas latinoamericanas (por el sonido al natural, y por no entender el acento), las imágenes, las situaciones, los ambientes, el color, la luz, todo forma una unidad. Decía en una entrevista el director que él consideraba su película como algo espiritual, místico. Efectivamente, las denuncias de los pecados que han llevado a estos cuatro curas y a una monja a este retiro forzoso van formando un vía crucis, que alcanza su momento de redención al final, cuando un cura lleva por las calles de ese pueblo como si fuera por el huerto de los olivos al crucificado, y culminando la crucifixión un atardecer de un rojo violento en el horizonte.
Ninguno de ellos se arrepiente de sus pecados, oran, conviven apartados; temen que la iglesia les abandone ¿Qué denuncia te queda? ¿La del pobre diablo vagabundo que desde niño estuvo desequilibrado por los abusos sufridos? Al final lo que vemos es que son humanos, aunque ellos crean que es la gracia divina la que guía sus actos. No me extraña que haya causado una gran impresión, dentro y fuera de Chile.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
La crítica la había presentado como
una gran película, sin duda tiene muchas virtudes, pero a mí no me parece
extraordinaria.
Buenas interpretaciones, soberbia la
de Antonia Zegers, aunque es una pena que el chileno se vuelva a veces en sus
bocas tan incomprensible como un idioma
desconocido que clama por subtítulos para poder seguirlo íntegramente.
Buen guión también, con una estructura
correcta, aunque al final pierda parte de su claridad argumental.
Lo mejor, junto a algunos de sus
actores, es la creación de una atmósfera gélida y opresora que consigue relatar
una realidad oscura y oculta que te escupe a la cara y te produce escalofríos.