Javier Ocaña (El País) la pasó por un filtro demasiado estrecho y la redujo a una película ideológica "para convencidos". En Metrópoli de daban cuatro estrellas. Es una incursión en Lavapiés una noche de verano. Decide el director rodar un plano secuencia. Es una decisión estética, tal vez para mostrar el mosaico de vidas que se entrecruzan en la gran ciudad y más en un barrio como Lavapiés. Hay historias que encajan mejor y otras que fuerzan la situación. Al final todo conduce a un escenario teatral, el gran teatro del mundo. Hemos visto una representación de la vida y sus miserias en la España de hoy, con algún dramatismo, pero sin hacer panfletos. A mi me entretuvo. El cine estaba lleno y hubo aplausos.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Emilio fue a verla una tarde
sin avisar, cuando llegué a casa no sabía dónde estaba hasta que recibí un
whatsapp diciendo “vuelvo de Lavapiés”.
Podría ser un resumen de la película: una noche de verano en Lavapiés. Los
personajes van apareciendo a lo largo del plano secuencia en que está rodada la
película, hablan, se comunican, expresan sus preocupaciones o sus sueños, se
entrecruzan y acaban en un teatro aplaudiendo la palabra hecha verso. Muchas
caras conocidas pueblan las calles vecinas
a la plaza de Lavapiés, creando micro relatos con mucho contenido y
fuerza, gran nivel interpretativo, alguna sobreactuación (Marta Etura) y un
sólo personaje sin palabras en manos de la excelente Mercedes Sampietro. Cine
combativo que el día que yo lo disfruté
gozó de un público entregado.