Esta película dirigida por el director sueco de origen chileno, Daniel Espinosa adolece de varios excesos. El primero, colocar a los protagonistas en escenarios históricos principalísimos, como la toma del Reichtag al final de la II Guerra Mundial. Segundo, cargar las tintas hasta límites poco creíbles, aunque sean ciertos, de la maldad del sistema estalinista, de su clima de terror generalizado. Tercero, fundamental, hablar en inglés, aunque sea con acento ruso, más ridículo todavía, cuando toda la historia está desarrollada en la Unión Soviética, y cuarto, la diacronía histórica interesada. Si el suceso real, el caso del "carnicero de Rostov", se produce en los años setenta, ¿por qué retrasarlo veinte años? ¿Para resaltar el clima de opresión y dar valor extra al lema comunista de que "no hay crimen en el Paraíso"?. Pues eso es tergiversar la historia interesadamente. Película dice Boyero entretenida, que no ahorra en gastos en lo que tiene que ver con escenarios exteriores y con la abundante utilización de extras.