
Criticaba Jordi Costga en "El País" que se use tanto la fórmula González Iñárritu-Guillermo Arriaga. Este director chileno, Andrés Wood, no se ha escapado a ese influjo, incluso lo ha acelerado, porque las historias se suceden a una velocidad de vértigo, cuando te estás acomodando en una, ya has saltado a otra. En todas, el ambiente plomizo, las luces apagadas, unas vidas sin brillo, llenas de frustración. La mayoría de las historias son buenas, alababa este crítico la del peluquero, que lucha por sacar a flote la memoria de su padre muerto (buñuelesca la escena en la que reconstruye el esqueleto improbable de su padre). A mi me gustó la del músico joven, el trompetista que para sobrevivir tiene que meterse en el ejército. Al final, un pequeño rasgo de esperanza da aliento a estos personajes. No a todos, porque sino parecería un guión blandengue. Las víctimas caen del lado de los más abandonados entre los deseperados. Interesane película, sin duda.
Lo que opina Ana:
Es esta película un fresco sobre algunas de las vidas de los habitantes de Santiago de Chile, vidas que se van cruzando a la manera que está tan de moda desde la incursión en el panorama cinematográfico de Iñárritu y Guillermo Arriaga. Son cuatro historias paralelas, contadas con un ritmo melancólico, a menudo triste, la mayoría de los personajes apenas disfrutan de la vida y el espectador sale apenado. El sonido es directo, lo que le hace perder calidad y alejar el español chileno del de aquí, de manera que en algunos momentos uno desearía los subtítulos.