sábado, 22 de noviembre de 2008

las horas del verano



Escribía J. Ocaña en El País (14 nov. 2008) que estamos ante una obra mayor contenida en una aparente pieza de cámara. Últimamente llega bastante cine francés a Madrid y casi todas las películas tienen interés, ésta tal vez la que más. Me llamó la atención que la propuesta inicial para hacer la película parta de un Museo (D'Orsay), que lanza el envite a varios directores para que inventen una historia relacionada con el arte y ese museo; de tal iniciativa salen dos películas, una de ellas la de Oliver Assayas. El director confiesa que el guión lo escribió cuando fue consciente de que su madre no viviría mucho tiempo. Mezclando todo sale una película muy francesa, aparentemente ligera, pero con un reflexión de fondo importante. Sientes el paso del tiempo, lo efímero de nuestra experiencia, los sentimientos agazapados que de repente surgen de los más hondo y muestran el dolor de la pérdida, de las personas y de las cosas (más sentidas las lágrimas de la nieta que las de alguno de los hijos). Todo se desenvuelve en un ambiente de refinamiento. Francés absolutamente. Pero el mundo moderno dispersa a la familia, cosa impensable una o dos generaciones antes, y los bienes que se creen impercederos acabarán en manos ajenas. La casa es la gran protagonista de la película, y su dueña el último testigo de una forma de vida que está camino de desaparecer. Es triste porque te das cuenta que el tiempo es inaprensible. La experiencia de la madre sin querer te viene a ti y te deja instalada en tu cerebro la pregunta ¿qué será de mi casa de Piedrahíta cuando yo no esté?
Lo que opina Ana:
Otra película marcadamente francesa con diálogos, encuentros en torno a una mesa y análisis, en este caso, de lo efímero de las cosas. Una familia burguesa de intelectuales y artistas llega al fin de una etapa con la muerte de la madre, con ella desaparecerá el núcleo de la colmena, se cerrará una época y los objetos, ligados a esa vida que ella pudo mantener mientras vivió, dejarán de tener sentido. Veremos lo que interesa a cada cual, como sólo uno de los hermanos querría que nada cambiase, que la vida siguiera fluyendo como siempre y poder transmitir a las generaciones venideras lo que él ha conocido y amado.
Están muy bien perfilados los personajes, te enternecen los sentimientos de los que sufren por ver desaparecer un tiempo que fue bueno; la fiel Eloise, Frederic, el primogénito, a quien le cuesta resignarse a deshacerse de todas las huellas del pasado, incluso su hija adolescente es capaz de mostrar esos mismos sentimientos desenmascarándolos; pero hay que entender también a los desapegados, a los que quieren vivir sin raíces, o crearlas en otros lugares, que sean propias y no heredadas.
Film melancólico, en el que yo siempre me sentaría junto a los conservadores, querría ser como la hiedra aferrándome a cada centrímetro de los muros de esa casa llena de imágenes, sueños, recuerdos, olores, siento, mientras la veo, la pena del abandono como si fuera parte de la familia.