Comedia ligera que arranca
tambaleante, pero que va adquiriendo cuerpo y centrando bien su trama.
Nuevamente Gastón Duprant critica el mundo artístico, su impostura. Esta vez se
aparta del mundo literario para acercarse al de la pintura y mostrar cómo el
arte contemporáneo se ha convertido en pura mercancía. Articula la película a
través de una pareja de viejos amigos, un marchante sin escrúpulos y un pintor
sin principios, ególatra y maleducado, los contrapone al idealismo naif de un
joven voluntario y lo hace sin demasiada hondura, pero consigue transmitir su mensaje,
aunque nos haga sentir cercanía por los rufianes y ridiculice un poco la
integridad del joven idealista. La película se sostiene en unas brillantes
interpretaciones, los dos protagonistas Guillermo Francella y Luis Brandoni,
están magníficos. Se pasa un buen rato.