El director, actor y guionista
Pierfrancesco Diliberto, PIF, construye una película al más puro estilo bufo
italiano, lo peor entronca con Benigni,
cuando compone un edulcorado melodrama lacrimógeno, cuando exagera las notas
burlescas de sus personajes (la pronunciación de “water” es un ejemplo), las
notas fellinianas tienen más vuelo (el duelo entre una estatua de la Madonna y
del Duce, acarreadas por dos ancianos en su huida al refugio antiaéreo o el
pedestre radar humano para detectar los bombardeos) Alcanza momentos de lirismo
en sus imágenes, especialmente en la descripción de Sicilia . Es desigual, pero
va ganando altura, se le perdona todo ante el alegato final, la denuncia
política es contundente a pesar de
haberla planteado con ese tono burlesco, a través de unos personajes muy
simples que acaban ganando cuerpo, al estilo, esta vez, del gran Charlot.
Emilio. Lo raro es que una película con un tono tan bufo que incluso a veces roza el ridículo, tenga una finalidad tan contundente. Denunciar cómo EE. UU. fortaleció a la Mafia en Sicilia mientras la Mafia ayudaba a los EE. UU. a consolidar su dominio sobre la isla durante la II Guerra Mundial. Por no dejarlo en una cuestión meramente cinematográfica, el director aporta documentos de algún oficial norteamericano que denunció este peligro sin que le hicieran caso. Esto es lo que cuenta de la película, dejando de lado el aspecto forzadamente tontorrón del protagonista y alguna escena surrealista, como la lucha a golpes entre una imagen de Mussolini con el brazo en alto contra otra de la Virgen con los brazos abiertos. Sin palabras.