El cine cubano que llega a España, y que yo he visto, es muy crítico con la realidad social y económica de ese país. El marco físico, la Habana, parece una ruina solemne, habitada por multitud de personas en condiciones de vida nada espléndidas.
En este mismo ambiente se desarrolla esta película. Nos relata los últimos días en la Habana de dos amigos, que son opuestos y que tienen lazos de solidaridad invisibles pero férreos. Bien contada, bien rodada, bien interpretada. El papel de Diego por Jorge Martínez como homosexual enfermo terminal de Sida es magnífico. La galería de personajes secundarios que entran en escena es otra virtud para completar la historia: vecinos, policías, familiares...Lástima que la vea tan poca gente y que la vayan a quitar ya de la cartelera.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Las películas cubanas que llegan a
nuestras salas siempre nos hablan de pobreza, de la decadencia de los
inmuebles, de la falta de recursos y de la importancia de la vida comunitaria,
abierta al vecindario, donde las
relaciones humanas son una seña de identidad nacional. En esta ocasión, se
repiten estos esquemas pero enfrentando a dos protagonistas antagónicos, dos
amigos desde la infancia que continúan juntos cuando está a punto de llegar el
final, la muerte acecha a uno de ellos, el otro quiere huir de la Habana, de
Cuba, de todo ese mundo que no comparte y sueña con conseguir un visado para
vivir sus soledad allá donde nadie lo conozca. Entretanto vamos viendo pasar
toda una cohorte de personajes, desde la buena santera, a los familiares
interesados, al joven chapero, a la
policía que no ve el momento de que acabe su jornada y a una joven soñadora y
deslenguada que acabará perdiendo todas sus esperanzas, transmitiéndonos su
pesimismo y su tristeza.