La buena crítica de Boyero terminó de disipar mis dudas (tres estrellas en Metrópoli). Trata material sensible, donde la contención, lo sugerido es mejor que lo dicho, que lo evidente; donde tienes que meterte en situación sin que se note: un enfermo despidiéndose de su amigo, el último adiós. La buena interpretación de R. Darín y J. Cámara (concha de plata para ambos en S. Sebastián) mantiene a flote la película, pero la cuestión está en el guión, y en estos casos tiene que ser una joya. Al final pierde la nota, en la cena, al confesar el protagonista su proyecto en el momento del derrumbe físico, y en la escena de cama. No creo que ninguna de las dos secuencias sea necesaria. Sí me gustó sin embargo de despedida, en el aeropuerto. Difícil asunto este del tono, pese al humor negro, que podría ser más corrosivo, trufado de buenos sentimientos. La mayoría de los secundarios son muy conocidos, y mantienen el tipo en su papel (bueno, el hijo, regular). En fin, eso.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Llegaba precedida por el éxito de sus
dos protagonistas en el festival de San Sebastián, donde se llevaron ex aequo
la concha de plata al mejor actor. Ellos salvan la película, que se acaba
dejando deslizar por senderos engañosos que le restan solvencia. La visita a
Ámsterdam, buscando la despedida del hijo es grotesca, especialmente por la
mala interpretación del hijo (Oriol
Pla), pero el rocambole llegará al final con la excesiva e innecesaria escena
de cama, son excesos que nada aportan al desarrollo dramático, según mi punto
de vista, es todo lo contrario.