Audiard vuelve a apostar por los
marginados, siempre en busca de héroes fuera del sistema. En esta ocasión no
consigue hallar la medida justa, se le va la mano. La parte intimista, los
sentimientos de los personajes son el punto fuerte de la película, la guerra
externa, el círculo en el que les hace vivir resulta desmedido en su narración.
El final es desbaratado, un súper
hombre, un titán capaz de salir ileso en un fuego cruzado entre bandas
asesinas, y el happy end de que sólo cruzando el canal existe un mundo idílico
de acogida, es intragable, por mucho que desees lo mejor para los
protagonistas.
La banlieu vista a sólo unos días de
la gran masacre parisina del 13 de noviembre, ayuda a comprender por qué se
pueden generar viveros de terroristas en el interior de un país como Francia.
Eso sí, la película despierta el
interés por conocer qué sucedió en Sri Lanka, una guerra olvidada.
Emilio: ganó la Palma de Oro a la mejor película en Cannes 2015. Como en "Un profeta", y en menor medida en "De óxido y hueso", el cine de Audiard es exagerado, desarrolla tramas casi imposibles. De alguna manera son historias redentoras, se parte de situaciones casi en el abismo para llegar a la salvación, al éxito, bien sea profesional, emocional o incluso criminal. En este caso es un guerrillero tamil el protagonista (el actor que lo encarna ha vivido en persona esas situaciones). A través de una narración bien articulada y usando en ciertos momentos composiciones expresionistas, flash back recurrentes (la cabeza de un elefante emergiendo entre la maleza de la selva ), vemos como un antiguo guerrillero de Sri Lanka se establece en un suburbio de París lleno de delincuentes, y en él, su mujer y su hija, ambas falsas, utilizadas solo para poder entrar en Europa, logran sobrevivir en unas condiciones hostiles.
Me entretiene, pero me parece tan difícil de creer lo que cuenta que sales con cara de incredulidad. Y recibir por esto la Palma de Oro creo que es demasiado.