Lo más sorprendente de este documental es que no sabes si lo que estás viendo es real o pura ficción. Es decir, si cuando vemos a un grupo de coreanos del norte no los ha puesto allí la propaganda para que nosotros observemos una vida pacífica, alegre, armoniosa y feliz; si cuando asistes a una misa católica, no son figurantes; si cuando visitas la única que casa que te dejar ven por dentro, para profesores, no es un piso montado exclusivamente para que admires el nivel de vida que alcanzan gracias al Estado comunista estos profesionales. ¿Por qué no quieren abrir la nevera? ¿Será solo de pega?
Una pregunta se repite el productor y director durante todo el tiempo ¿de dónde sale el dinero? Vemos grandes avenidas, edificios propagandísticos mastodónticos en honor de la dinastía Kin. Construcciones según el antiguo realismo socialista, altos bloques geométricos. Sólo puedes ir donde te llevan, ¿y lo demás?
Pero por otro lado, el documental muestra que los vecinos de Corea y sus más declarados enemigos tienen mucho más peligro nuclear que la propia Corea, y parece que mires a donde mires a todos les interesa la existencia de este régimen.
Creo, por hacer una crítica, que la estructura de lo narrado podía ser más concreta y limitada a un guión establecido, y así las múltiples intervenciones opinando sobre este "Estado ermitaño" encajarían mejor. Una parte importante de lo que vemos se lo debemos a ese español que trabaja al servicio de los Kin (ahora como antes alabando el régimen del padre Kin-Jong-il y del hijo Kin-Jong-un) Alejandro Cao de Benós. No sabes si es un títere, un tonto o un pillo listillo. ¡Qué personaje¡
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
No pueden verse documentales en la última
sesión, esa era la afirmación de Emilio al salir del cine. El documental no
engaña, desde el principio presenta las condiciones en que pudo ser filmado,
siempre con escoltas, dirigidos, observando lo que les dejaban ser observado.
Como resultado, aparecen ciudadanos felices, aparentemente sin problemas,
defensores de su sistema y su líder, lo que encierra esta visión mediatizada
podría desvelarse respondiendo a las
numerosas preguntas sin respuesta que se hace el director, ¿qué hay más allá de
la propaganda? El personaje de Alejandro Cao de Benós es una muestra más de un
estado encubridor y falsamente feliz.
Le sobra metraje, se vuelve repetitiva
en sus tesis.