domingo, 26 de abril de 2015

La fiesta de despedida. De Tal Granit y Sharon Maymon

El problema de esta película, otra israelita, es el tono sobre un asunto tan poco dado a alegrías. El sentido del humor de la primera parte poco a poco se va tornando hacia la realidad dura de la enfermedad y la muerte, aunque siempre tratadas sin dramatizar. En lugar de aumentar el tono negro del humor con el que se inicia y llevar al espectador casi a un absurdo, va dulcificando lo inevitable. Quedan advertidos, no todo son risas (escribe Boyero que él no rió en ningún momento). Hay algunas cosillas evitables o innecesarias: el salir del armario de dos setentañeros, la cancioncilla entre vivos y muertos y en Metrópoli señalan también la repetición según ellos del mejor chiste, el de la multa de tráfico.
Lo que opina Ana:
Arranca con gran sentido del humor, aparentemente estamos ante una comedia, pero poco a poco la historia se va tiñendo de gris, la alegría se va desvaneciendo, y aquí es donde falla el pulso narrativo, el director se empeña en mantener su visión cómica, y lo hace de una manera burda, no alcanza a unir la grandeza del tema, una defensa ética de la eutanasia, con una presentación ligera.

Sorprende encontrar esta libertad de miras en un Israel tan contrapuesto al que pocos días antes el cine nos había acercado en el divorcio de Viviane Amsalem, o aquel otro de la confrontación racial y cultural de la película Mis hijos.