viernes, 25 de mayo de 2012

Profesor Lazhar. Dir. Philippe Lalardeau

La vimos la misma semana del estreno, había bastante gente (era viernes), pero salvo un tipo extraño que se sentó al lado y luego se cambió de asiento, no sucedió nada que nos impidiera ver con tranquilidad la película (el ex ministro Sr. Gabilondo y su esposa se sentaron detrás de nosotros, reían de vez en cuando).
La película es una defensa del papel del maestro, pero no sólo, como quiere un padre, para enseñar, también para educar; ambas cosas no se pueden desligar. Aparte de esto, refleja la situación de la avanzada sociedad canadiense, respetuosa hasta extremos ridículos de la seguridad del alumno; por ejemplo dejar que un chico se queme por el sol, antes que extenderle crema en su piel. Otra cosa hay que destacar, lo bien que actúan los alumnos; tienen una capacidad innata para representar papeles. Al final, el nuevo profesor, que es un argelino perseguido en su país por razones políticas, se hace valer, con sus métodos tradicionales, pero con un inmenso cariño a la tarea de enseñar y educar. La niña, en una escena final muy emotiva, así lo reconoce. Una pega, ¿por qué, aunque en la obra teatral original exista, nos introduce en esta bonita y aleccionadora película la duda del currículo profesional del profesor Lazhar? Yo lo habría quitado de un plumazo.
Lo que opina Ana:
Quiere esta película ensalzar el papel de la educación, la figura del maestro, su importante función social y lo hace resaltando los principios básicos, el sentido vocacional de la profesión por encima de las metodologías y de las diferentes escuelas de pedagogía. El profesor debe ser capaz de contagiar las ganas de aprender a sus alumnos, guiándolos con el uso adecuado de la palabra y casi sin ninguna otra herramienta, exportando los métodos básicos de la carestía a un país de la abundancia.
Toda esta historia épica se funde entre los contrastes de un Canadá frío,climatológica y emocionalmente hablando y los recuerdos de la cálida Argelia del exilio que se entreven en la mirada del nuevo maestro, el señor Lazhar. La pena  es que el guión tiene muchos baches, es más lo que quiere contar que lo que realmente cuenta, el espectador se queda un poco atónito ante la manera en que van desenvolviéndose los acontecimientos, lleno de preguntas sin respuestas y, sobre todo, perplejo al comprobar que Lazhar nunca había sido maestro; su figura se va diluyendo y deja desamparados otra vez a esos niños necesitados de afecto, normas y conocimiento, y junto a ellos nosotros nos sentimos también desorientados, ¿qué es lo que realmente han querido contarnos?
La interpretación de la niña Sophie Nélisse, capaz de decirlo todo con sus silencios, es lo que más me ha gustado de la película.