viernes, 25 de mayo de 2012

Primer Amor. Dirª Mia Hansen-Love

Sólo la estrenaban en versión original en los Verdi y en el pequeño estudio Magallanes; no sé por qué los demás cines la han despreciado, y es una buena película de amor juvenil, absoluto y cegador, que no deja sitio a nada más. Me decía una profesora de francés de la escuela de idiomas Jesús Maestro al salir de la sesión anterior, que era muy francesa y más larga de lo debido. Es francesa, pero no mucho, no tiene esa cadencia repetitiva, que no sale del punto de partida, que todo lo verbaliza, no es un Rohmer clásico. Es cierto que al comienzo la descripción del amor entre Camille y Sullivan es larga y repetitiva, cambian los escenarios, pero los papeles ya están marcados a fuego: es un amor excluyente para ella y él no se quiere aislar en una sola persona, en una sola experiencia. Pero a partir de ahí, la película progresa en su desarrollo, descubriendo nuevas facetas de la personalidad de ella (tal vez insospechadas y un poco forzadas). Por otra parte, Camille es lo contrario de las protagonistas juveniles francesas, no habla nada. Es curiosa la divergencia que se produce sobre el comportamiento de la pareja protagonista, yo entendía el del chico y Ana defendía el de la chica. Sería interesante saber si esto se repite con otras parejas de espectadores de distinto sexo.
Me gusta como acaba y no se me hizo larga. Ese sombrero que vuela sobre el río Loira y de repente la canción "The water". La cámara se eleva y en un plano general pasamos de la corriente del agua al valle. Tampoco nos poníamos de acuerdo sobre el sombrero, ¿nada ella tras él o lo olvida mientras ese recuerdo se pierde corriente abajo? La cosa tiene su significado.
Lo que opina Ana:
Aunque se trata de una historia pasional con intento de suicidio incluido, se relata con un tono distante, tratando de racionalizar y de asumir la neurosis que produce el enamoramiento. Se mueve con mirada femenina, es la historia de la chica protagonista, obligada a madurar y a aprender a vivir más allá de la presencia del ser amdo. Resulta chocante la naturalidad con que se asume por parte de la familia la madurez sexual de una chica de 15 años, ¿será así de normal en Francia?
El relato se mueve en un tiempo impreciso, por lo que realmente no sabes si la protagonista está o no reviviéndolo todo desde la distancia y por eso mantiene esa mirada entre melancólica y fría. ¿Se llevará el viento, como hace con el sombrerito de paja, la fuerza del primer amor? ¿Será Camille capaz de olvidar a Sullivan para siempre? La decisión es del espectador y no tiene porqué ser unívoca. Entretanto hemos paseado por París y L'Ardèche, con tiempos marcados por silencios y miradas más que por grandes parrafadas explicativas.