
No la ha tratado, en general, bien la crítica, ni el ácido Bollero, ni en Metrópoli (una estrella). Tiene valentía Bollain por partida doble, por plantear una historia noble, el ejercicio de darse a otros y conseguir a través de la educación su dignidad; y por irse a contar esta historia a Nepal. Pero no terminas de sentir, sufrir y vivir las alegrías y desdichas del personaje, una maestra que desarrolla su vocación contra viento y marea. No le favorecen las peroratas que de vez en cuando lanza Verónica Echegui, tampoco da ella el tipo completamente; la parte del viaje al Himalaya queda un tanto turístico, casi de TV, españoles en el mundo (y todas las derivaciones vergonzantes de las Comunidades). Yo me alegro de haberla visto, pero no salí del cine maravillado, y eso que los actores de allí, sobre todo la chica que acompaña a la española en su lucha, Shamila, dan un toque de autenticidad que favorece mucho a la película.
Lo que opina Ana:
Parte Iciar Bollaín de una historia conmovedora, pero ella no es capaz de conmovernos al contarla, quizá falle la elección de la protagonista que no te hace sentir lo que pretendidamente ella está sintiendo, o quizá falle la manera de contarlo y el uso de la cámara que no consigue entrar con fuerza, te aleja de su relato estableciendo una rigurosa barrera entre el espectador y la pantalla, sin permitirte en ningún momento hacerte olvidar que estás sentado en el patio de butacas de una sala de cine. Aún así, el testimonio es válido y el mensaje necesario, conviene seguir proclamando con claridad y de viva voz el valor inestimable de la educación.
Lo que opina Ana:
Parte Iciar Bollaín de una historia conmovedora, pero ella no es capaz de conmovernos al contarla, quizá falle la elección de la protagonista que no te hace sentir lo que pretendidamente ella está sintiendo, o quizá falle la manera de contarlo y el uso de la cámara que no consigue entrar con fuerza, te aleja de su relato estableciendo una rigurosa barrera entre el espectador y la pantalla, sin permitirte en ningún momento hacerte olvidar que estás sentado en el patio de butacas de una sala de cine. Aún así, el testimonio es válido y el mensaje necesario, conviene seguir proclamando con claridad y de viva voz el valor inestimable de la educación.