
Hay que agradecer a los cines Verdi que incluya en su programación este tipo de películas. Todo documental, medianamente que esté hecho, y en este caso está bien, es interesante. No es de los mejores porque utiliza pocos documentos de época y casi todo el peso recae en las intervenciones de las personas que hablan, que, como es lógico, no fueron testigos de los sucesos. Pero, lejos de ser cargantes, los testimonios están muy bien engarzados, casi todos, además, con ese toque de humor catalán (Eduardo Mendoza dice que algunas operas de malas justificarían una bomba). Lo que menos me gusta es la intervención de los alumnos del instituto Milà y Fontanals, debatiendo sobre la pena de muerte, parece artificial, no va con el tono de la narración, aunque sí con el tema. El Liceo se muestra espléndido, lujoso y provocativo, el blanco perfecto para aquellos anarquistas de bomba fácil. Interesante.