
Sobre esta película estaba el atractivo de volver a El Cairo, de volver a Egipto. Ahora ya no se nos olvidará el edificio Yacobián, en la calle Suleimán Pachá. Seguramente pasamos por allí; Ana dice que la estatua de ese señor con el gorrito cónico le sonaba. No sé. Sí reconocimos inmediatamente los dos el maravilloso hotel donde nos alojamos: El Semiramis. Primero sale la entrada y luego el restaurante, donde nosotros disfrutamos el magnífico buffet.
Bueno, la película. Tal vez se note que el director es primerizo en que todas las historias las quiere dejar bien claritas, no es partidario del suspense discursivo. De todas formas, la mayor pega que yo le veo, que seguramente así se lo marca la novela en la que está basada, es que la denuncia social que hace, y que afecta a todos los grupos sociales, acabe dramáticamente, violentamente a veces, en todas las historias. La denuncia tiene que quedar, como decía antes, bien clarita: la vida es muy dura y acaba en un pozo. El país es una cloaca. Desde luego, valentía sí que tiene. ¿Servirá de algo este aldabonazo en la realidad social y política egipcia? Puede ser que aclare conciencias y decida opciones. También se compromete en la defensa de las mujeres, que son las más explotadas. El final "rosado" no te quita el amargo sabor de boca.
Pocas películas egipcias llegan a la cartelera, ésta, aunque tenga defectos, es un testimonio perfecto para descubrir cosas que cuando estuvimos allí, nuestros ojos de turista no percibían, y si lo veías, te parecía algo tan inmutable que los egipcios siempre iban a estar condenados a sufrir el despotismo de un sistema corrupto y explotador. Porque se ve claramente, hay egipcios, no muchos me temo, que viven maravillosamente, llenos de dinero, coches, mujeres y esclavos modernos. La religión no se lo impide.
Lo que opina Ana:
La película te lleva a un Egipto no turístico, para adentrarse en algunos aspectos de la vida del Cairo, a través de un microcosmos formado por los habitantes de un edificio decadente que fue señorial a comienzos del s. XX, cuando Egipto era más cosmopolita y occidental. Rezuma la película melancolía por ese tiempo perdido del que casi no quedan resquicios o están a punto de desaparecer, se concentran en ella en uno de sus personajes protagonistas, el del gentleman que ve desvanecerse su concepción del mundo, una manera de vivir que tiene los días contados, pero que él no se resigna a perder. Frente a la suya, se abren otras visiones, la de los nuevos ricos y los políticos sin escrúpulos, la del pueblo explotado que se debate entre el integrismo, el inconformismo o la aceptación de su destino; también hay un capítulo dedicado a la homosexualidad. Son muchas las historias y el director las quiere redondear tanto, dejarlas tan cerradas, que se le escapan y pierden frescura.
Es una mirada triste. El guión de la película es una adaptación de una novela con problemas de censura aunque un enorme éxito. Reconocí con facilidad el aspecto decadente de la ciudad "europea" en la que hoy, sus antiguamente hermosos edificios, se muestran sucios y abandonados. Sin embargo, me chocó la presentación del Cairo como una ciudad bastante tranquila, si algo precisamente la caracteriza, es su constante bullicio, en ella todo es movimiento y prisa; aquí esto no se veía, quizás por tener el director una intención más intimista.