
El 7º vício nos invitó a última hora y Ana no pudo venir. Si llegó Susan Sarandon, estupenda. Tolentino se dio cuenta de que era mejor dejarle hablar a ella. Nos contó que nunca había andado tanto en un aeropuerto como en la T4; que había comido más en dos días que en dos semanas; que le había gustado mucho hacer la película, que representa la lucha por salir adelante y asumir tu historia pasada; que prometía volver y estar más tiempo en España, pero que ahora, en ese momento, tenía que acompañar a su hijo en un partido transcendental de beisbol. Elegante, respetuosa, cálida.
La película la tiene a ella, a Max von Sydow,los otros personajes actúan en función de ellos dos. Es muy difícil realizar algo tan ambicioso, y creo que no lo consiguen. Se notan muchos los excesos: una cámara demasiado presente y gobernanta, unos tonos muy fuertes, excesivamente bonitos, y sobre todo unos flash-backs de principiante. Entonces queda la interpretación, en los actores recae todo, porque el director no encuentra el tono apropiado. Han escrito (en ON Madrid) que Susan Sarandon exagera. ¿Qué puede hacer? Es muy difícil combinar risa, llanto, drama, comedia y tragedia y para hacerlo bien se necesita una mano maestra. Al director le falta esa genialidad de encontrar lo justo, combinarlo y entregárnoslo.
Una película más sobre el exterminio. No pasará a la historia del cine, pero nos da a conocer la exitencia de este campo de tránsito cerca de París, Drancy, una etapa más de la ignominia humana. La última referencia a Don Quijote, ¿cómo interpretarla?
Lo que opina Ana:
Tendría que haber estado en el estreno al que asistió Susan Sarandon, pero la graduación de los alumnos del instituto me lo impidió, así que la he visto sola y sin el glamour de estar con una de sus estrellas; sin duda son los actores, especialmente Max Von Sidow, los que permiten ver la película.
El director consigue su propósito de presentarnos a unos personajes víctimas de su pasado, incapaces de defenderse de él, por lo que han hipotecado sus vidas y las de los que conviven con ellos, es una realidad incómoda la que vemos, por ello resulta empalagoso el paisaje tan de postal e innecesario, los continuos y edulcorados saltos a un pasado en blanco y negro; no aportan nada a la historia, podríamos entenderla sin ellos.