jueves, 29 de mayo de 2008

Antes que el diablo sepa que has muerto


Qué título más largo, que queda perfectamente aclarado en la primera escena, fuerte y para mayores: el paraiso del placer del amor carnal hay que disfrutarlo antes de que, como dice la sensualísima Marisa Tomei, la mujer de Andy (Philip Seymour Hoffman) te sientas como una mierda. El director sabe lo que tiene entre manos y reconoce que todos los personajes son malísimos, odiosos, sin héroes, tanto que esa falta de empatía había sido un lastre para financiar la película.

La hoja informativa hace la comparación, entre otras más, de Lumet con Bergman, en concreto de esta película con "Saraband". No, no la veo. Y si Lumet lo ha pretendido no lo ha hecho de la misma manera que Bergman. En "Saraband" la presencia del padre es total, dominadora, culpable pero orgullosa. Aquí son los hijos los que, hundidos en la miseria de no tener suficiente con lo que quieren aparentar y disfrutar, arrastran a sus padres al abismo. El que la familia no haya sido un ejemplo de convivencia, de amor y de entendimiento, queda muy sobreentendido.

Excelente Lumet, incluso en ese capricho de "deconstrucción" narrativa, fragmentando los sucesos cronológicamente en distintos tiempos. Pero hay un momento en el que la historia gira y se precipita. Y es discutible, sólo ese momento: cuando el padre va al perista y descubre la verdad; demasiado fácil. Reconociendo esto, lo que sigue tiene lógica y así hasta el final, cuando la luz cegadora de la justicia ancestral acaba con la ignominia de la especie.
Lo que opina Ana:
Un retrato inmisericorde sobre unos individuos de clase media sin principios, con unas vidas vacías, que buscan su escapatoria en el dinero dentro de esta sociedad consumista que lo engulle todo.
El drama nos acompaña desde el principio, lo vamos destripando con un metraje saltimbanqui que fragmenta el relato como un puzle, para acabar encajando todas sus piezas. Una pareja de hermanos, uno más listo y otro más torpe, uno que aparenta haber alcanzado la cima, con un tren de vida que es sólo oropel para esconder grandes miserias, y otro fracasado, débil, que se contenta con ir saliendo del paso. El listo planea el golpe perfecto, un atraco limpio y sin problemas éticos, pero todo sale mal y el único destino es cumplir el castigo en el infierno.
Mientras la veía, no podía dejar de recordar "El sueño de Casandra" de Woody Allen, con un planteamiento similar aunque mucho más cínico; en ésta se tocan más los cimientos, se va al drama primigenio, salen a relucir los fantasmas ancestrales del hijo que no se siente querido y del padre que se sabe fracasado y de aquellos mimbres vienen estos cestos...