La esperaba como a las primeras
lluvias tras un largo verano, quedé tan fascinada por “Ida” que mis
expectativas estaban altísimas. La disfruté pero no me pareció una obra maestra
como la emocionante historia de esa joven monja polaca que descubre su pasado.
Como dice Emilio es más una película de escenas prodigiosas, en las que brilla
la fotografía en blanco y negro, que una obra redonda. Tiene dos partes
claramente definidas, la narración es más ágil en la primera parte en la que se
presentan los personajes y su ambiente; la segunda parte cae en el arrebato de la pasión y se vuelve más caótica
y fragmentada.
El director la dedica a sus padres,
quienes debieron de tener una relación amorosa tan apasionada como la de los
personajes de su película, aunque con biografías muy diferentes.
La música nos acompaña durante toda la
película, en algunos momentos podríamos considerarla como un musical
apasionado.
Las descripciones del paisaje, de los
sentimientos y de la época son conmovedoras.