Un matrimonio que rompe tumultuosamente, un niño que lo paga. Rusia al fondo y un bosque como escenario. La puesta en escena de este director siempre es sobresaliente. Cuenta las cosas poco a poco para que te vayas empapando del ambiente que quiere reflejar. El comienzo, imágenes estáticas de un bosque helado; el final, el rostro de la Rusia de hoy en la cara de una mujer joven. No da lugar a muchas esperanzas. Su cine tiene fuerza y afecta, aunque no te identifiques emocionalmente con ningún personaje, con el niño en tal caso, por desvalido. Una buena película.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
De nuevo Zvyagintsev nos presenta una visión heladora de la Rusia
actual, nos habla de una sociedad egoísta, materialista, sin amor, como el
título de su película. Tienes la sensación de que Rusia no es un país para ser
feliz, su visión siempre es pesimista, sus personajes están condenados al sufrimiento y él lo corrobora retratándonos
un paisaje helador, intimidante, falto de luz.
Parece que el fin del comunismo sólo ha conseguido crear una sociedad cerrada,
poco solidaria, ensimismada, sólo se entrevé un reducto de sociedad civil
dispuesta a organizarse a través de los grupos vecinales, único atisbo de un
sentimiento colectivo, proveniente de la etapa comunista. Son grupos de vecinos dispuestos a hacer batidas
en busca de niños desaparecidos, ante la ineficiencia de las organizaciones gubernamentales.