Muy bien calificada (cinco estrellas en Metrópolis, cinco en la Guía del Ocio). Cuenta la historia de enamoramiento entre un chico y un adulto en unas condiciones únicas, en un verano, en el norte de Italia, cerca del lago Garda, en una casa estupenda. El chico es hijo de un profesor (y arqueólogo), el adulto es un estudiante que va trabajar con el profesor (¿tesis?) ese verano. Todos comparten casa. La familia es políglota (el chico habla con soltura francés, italiano e inglés, por lo menos) y muy, muy liberal (saben los padres de esa relación que surge ese verano y no la interrumpen, incluso el padre al final va un poco más allá). No sé cómo calificarla. Un mundo idílico, casi como si estuviéramos en la Grecia clásica o helenística, entre patricios. Me dejó un poco así, pensando en las altas puntuaciones y por qué no participaba de ese entusiasmo.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
La película consigue recrear la
atmósfera de ese tórrido verano de 1983, así como la plenitud de los
sentimientos; nos presenta un mundo de librepensadores en una idílica campiña
italiana, donde la vida fluye sin problemas, nada es capaz de perturbar la
belleza de una vida regalada, ni siquiera la atracción homosexual entre los
protagonistas, capaces de vivir su idilio sin sentirse reprobados. Un paraíso que
dura lo que tarda en morir el estío. El mundo exterior no forma parte de la
burbuja liberal en la que se han movido
hasta entonces y es el que acabará imponiéndose. Parece que la moraleja sería la de que nos
quiten lo bailado.