Sala llena de gente no habitual. El tirón de Jacqueline y los Kennedy. No es una biografía facilona. Es un trabajo concienzudo, narrado en varios planos, desde el momento del asesinato hacia adelante y hacia atrás, casi siempre sin salirse del periodo presidencial, salvo en la entrevista que concede a un periodista poco después de haber enterrado a su marido.
El personaje de Jackie Kennedy se despliega en unos registros desconocidos; no sólo es la mujer elegante y glamurosa, es una mujer consciente del papel de primera dama, conocedora de la historia de otras familias presidenciales, que siente una especial atracción hacia Lincoln y su mujer (que casi vivía en la miseria después del asesinato de su marido), decidida a mantener las honras de estado que cree que merece el presidente desaparecido, atenta a la creación y mantenimiento del mito, de su marido asesinado y de ella misma. No faltan las dudas, del legado presidencial, de su propia determinación, de la existencia de un dios justo y supremo.
Tal vez esta obra en manos de un director estadounidense habría caído en la crítica o en el halago sin matices. Aquí estamos ante una historia sólida, rodada por un chileno, basada en un estupendo guión y con una actriz desplegando toda la sabiduría que tiene, que es mucha, Natalie Portman.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
La sala estaba llena de un público no
habitual, mucha gente atraída por la figura de Jackie Kennedy, a la que no sé
si habrá defraudado esta excelente película, intimista, que juega con los
tiempos, el inmediato y el que recrea la
mente de esta mujer expulsada dramáticamente de su paraíso personal, el de
Camelot, donde había creado un reino pasajero. La actuación de Natalie Portman
se merece el óscar, lleva la película y recrea un personaje con muchos matices,
haciéndonos participar de sus pensamientos, ensoñaciones y temores.