De este director no vamos a encontrar falsas alegrías y regocijos. La película refleja la crisis, la desesperanza, el caminar a ciegas, las salidas inciertas, las difíciles relaciones.
Una pareja de "ninis" de la periferia de Madrid va dando tumbos, como tantos, entre el botellón y la televisión, sin saber cuál será el siguiente peldaño a recorrer. Llega así, como todo, sin saber ni querer, un hijo, y la familia se convierte en refugio, hasta que se acaban los suministros, entonces la emigración se convierte en, otra vez, la salida, pero vendiendo lo que se tiene, el cuerpo de la hermosa juventud.
No tiene planos partidos, pero Rosales es Rosales y usa mensajes de correo electrónico, las fotografías que se van enviando por ese medio, las conversaciones por skype. Le siguen gustando los planos con objetos interpuestos: paredes, muebles y la figura entre medias. De todas formas es una película sobria, cierta, desesperanzadora, como lo que vive mucha gente.