Rodar algo fácil y simple debe ser imposible para Wong Kar-Wei. La estética como valor supremo en la presentación de los dramas humanos, de los conflictos interiores, de la defensa del honor, de la pasión no comunicada.
La historia del maestro de kung-fu, Ip Man es desde el principio compleja por lo que significa de sublimación de las artes marciales, no en su aspecto físico simplemente, también y sobre todo, espiritual y metafórico, aunque la filosofía solo se reduzca a dos palabras que resumen la práctica de estas artes: horizontal y vertical. No caer al suelo es el eje que hay que mantener.
Viendo la película es mejor dejarse llevar por las imágenes y que vayan fluyendo esos principios filosóficos en la historia de los dos personajes principales, el maestro del sur y la hija del maestro del norte. Solo en una sala de cine, si no te tocan vecinos molestos, se puede disfrutar plenamente la belleza de las coreografías, de la puesta en escena, en interiores y exteriores, y de la música y dar gracias de que el cine siga existiendo.
Lo que opina Ana:
Lo que opina Ana:
Imágenes de una belleza cautivadora,
impresionante escena de lucha en la estación de tren, con ambiente Ana
Karenina, sólo por verla merece la pena haber rodado la película. Como siempre
ritmos medidos, lenguaje gestual
elegante, escenografía primorosa. Y también como siempre, mensajes
crípticos que se nos escapan, bien por razones culturales, bien porque falta
claridad expositiva. El contexto
histórico es a veces impreciso y te pierdes, no sabes muy bien quiénes eran
estos luchadores y qué les sucedió.
Un regalo para los sentidos, aunque no
entiendas todas las claves semánticas.