domingo, 9 de febrero de 2014

El lobo de Wall Street. Dir. Martin Scorsese

A la tercera fue la vencida, las dos anteriores no había entradas y en esta, viernes última sesión, estaba lleno el cine y la gente entrando tarde (¡qué poco entienden de cine!).
A Scorsese le gusta alargar las películas y embrollarlas un poco. Tres horitas dura y podría haberse acortado bastante. Sobran tramas y episodios: el viaje a Italia, la aparición del padre del protagonista, lo largo que es el pufo de los zapatos...
Está presentada en varios planos de narración: en primera persona universal, sin un destinatario concreto; en primera persona, dirigida expresamente a nosotros, mirándonos; y en ocasiones como si se trasmutara a una tercera persona. El guión casi no tiene bajones, y la puesta en escena no ahorra medios: fiestas, mansiones, oficinas miserables y oficinas de primera clase y multitud de extras. Un grupo de actores solvente, con Leonardo di Caprio en estrella indiscutible.
Termina la película y te haces preguntas, ¿quería Scorsese aleccionar o solo mostrar? ¿Sale el público asqueado o admirado? Lo que está claro es que el sistema capitalista desbocado sigue, y aunque caiga un lobo de estos, la manada está libre, e incluso este ejemplar está dispuesto a reiniciar la cacería de los dineros de todo el que pique, sea rico, pobre o mediopensionista. Pero, ¿no hay alternativa? Scorsese parece decirnos que no.
Lo que opina Ana:
Larga pero con ritmo, Scorsese saca lo mejor de Di Caprio que borda el papel  de este degenerado corredor de bolsa, capaz de amasar una fortuna en dos días para dilapidarla en una vida consumista y vacía. Junto a él  toda una pandilla de descerebrados que le siguen a coro como a un predicador. Lo que da miedo es pensar que esos valores de culto al dinero y al despilfarro, con un desprecio absoluto hacia la ética, serían el modelo a seguir para mucha gente. No hay más que pensar en Berlusconi y atar cabos.