domingo, 3 de febrero de 2013

Amor, de Michael Haneke

Está sí que es una película áspera y hermosísima, un prodigio de narración e interpretación, con una absoluta maestría en el montaje y en la graduación de las secuencias de la historia de este matrimonio al final de su vida. Presenta la enfermedad sin contemplaciones, pero sin regodearse en ella, y acompañada de una muestra de amor supremo, la entrega al otro, al que sufre, la dejación de la vida en pos del que lo necesita, sin envolverlo en un barniz religioso, sino humano. En esa prueba suprema, Haneke deja bien claro que el matrimonio está solo, los hijos, en este caso la hija, vive otra vida, su propia vida, y su preocupación no llega más que para eso, para hacerla oír, pero nada más, la verdadera prueba la tienen que pasar estos dos personajes, tremendos Jean Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. El final, antes de aparecer la hija en la casa vacía, es un canto a la imaginación, queda abierto, y es todo lo romántico que puede ser, aunque la pareja joven que había delante, ella sobre todo, le pareciera lo contrario. No habían entendido nada.
Lo que opina Ana:
Haneke convenció a Trintignant para que abandonara su retiro y le hizo volver a ponerse a trabajar en una durísima película dedicada a la inexorable llegada de la muerte, representando una última dedicatoria de amor entre una pareja de ancianos cultos, de buena posición económica que, inesperadamente, un día se ven sorprendidos por el aliento de la muerte soplando a sus puertas. Se avecina el fin para uno de ellos, es a ella a quien vienen a buscar y el otro se compromete a acompañarla, garantizándole toda la dignidad de que sea capaz, guareciéndola en la que ha sido su casa, escapando de miradas extrañas y de tratos vejatorios. Prácticamente son ellos dos los únicos protagonistas, es su mundo el que se cuenta, viven encerrados entre los muros de su hogar, acompañados por todo lo que ha constituido su vida, libros, música, cuadros, álbumes familiares, sus objetos también son ancianos, cargan con el peso de muchos años de experiencia, todo huele a antiguo, a tiempos silenciosos, a pasos arrastrados, la luz que entra por las ventanas plomadas no calienta, los que llegan de fuera son extraños al pacto que esta pareja ha sellado hasta la muerte. Los porteros españoles en esta finca parisina de clase media alta, admiran la entereza del anciano, quizás sean los más próximos a entender el drama que se vive intramuros de la casa; las enfermeras accidentales resultan frías y despiadadas; la hija está ausente, no ve ni entiende; de cuando en cuando se adentra una paloma, otra invasora diferente, el antiguo alumno de piano, ahora aclamado concertista siente una gran pena, pero todos quedan al margen del nudo que impide separar a estos dos ancianos. El final queda abierto, pero claro, yo opino que el Sena podría ser una buena vía de escape.
La interpretación es perfecta, tanto Trintignant como Emmanuele Riva dan vida a este matrimonio haciendo que te creas cada uno de sus gestos, están impecables y conmovedores.