
Lo que opina Ana:
Lo mejor, dentro de la excepcionalidad general de la película, es el trabajo de montaje con el que Guerín ha sabido crear un mágico hilo conductor entre las tomas callejeras, la recreación de los personajes reales que casi se convierten en personajes de ficción y las cuidadas imágenes que representan el fugaz paso del tiempo a través de los aviones y los trenes y con el movimiento de las cortinas de las ventanas de los hoteles. Utiliza un plástico blanco y negro que ayuda a borrar aún más la frágil separación que existe entre un relato de ficción y lo que aquí se representa, un estallido de vida captado en las plazas, las calles, los rincones de vida en común de tantas ciudades diseminadas por el mundo, dando protagonismo a unos seres marginales que se convierten, interpretando su propia vida, en las estrellas de la película, recreando unos personajes que nada tienen que envidiar a algunos de los creados por la mano de los grandes guionistas del cine.
Lo peor, que sólo pueda verse en una sala para fanáticos del cine y que se escape de los circuitos de las salas comerciales que tan poco se arriesgan, cobardonas ellas, privándonos de esta joya.
Lo mejor, dentro de la excepcionalidad general de la película, es el trabajo de montaje con el que Guerín ha sabido crear un mágico hilo conductor entre las tomas callejeras, la recreación de los personajes reales que casi se convierten en personajes de ficción y las cuidadas imágenes que representan el fugaz paso del tiempo a través de los aviones y los trenes y con el movimiento de las cortinas de las ventanas de los hoteles. Utiliza un plástico blanco y negro que ayuda a borrar aún más la frágil separación que existe entre un relato de ficción y lo que aquí se representa, un estallido de vida captado en las plazas, las calles, los rincones de vida en común de tantas ciudades diseminadas por el mundo, dando protagonismo a unos seres marginales que se convierten, interpretando su propia vida, en las estrellas de la película, recreando unos personajes que nada tienen que envidiar a algunos de los creados por la mano de los grandes guionistas del cine.
Lo peor, que sólo pueda verse en una sala para fanáticos del cine y que se escape de los circuitos de las salas comerciales que tan poco se arriesgan, cobardonas ellas, privándonos de esta joya.
Emilio Solo una sesión al día en un solo cine de Madrid (Pequeño Cine Estudio). Esto es lo que impone la industria cinematográfica, y mucha gente se perderá un reportaje apasionante de un viaje sin rumbo fijo, que bajo cualquier pretexto va en busca de la gente para verla, para oirla, para seguirla; gente toda fuera de los estratos del poder político, cultural, económico, gente que vive el día a día trabajosamente, que tiene cosas que contar, pero no hay cámaras que se fijen en ellos: Guerín sí, y lo hace con sabiduría y muchísimo respeto y...calidad, porque sus imágenes en blanco y negro tienen una estética cuidada (la labor de montaje ha tenido que ser ardua) y cariñosa. Me admira cómo ha podido ganar la confianza de tanta gente tan diversay dejar que la cámara fuera testigo de sus vidas, contadas con realismo y naturalidad. Una obra maestra.