
Titula Javier Ocaña su crónica "Un temazo sin letra", refiéndose a lo endeble del guión, frente a la riqueza de las imágenes. Puede que tenga razón, que ese fatalismo que impide que la pareja de enamorados pueda vivir su felicidad conjuntamente sea un poco repetitivo, pero las figuras de animación y la música suplen esa carencia, porque tampoco es cursi (el final sí un poco acaramelado y forzado), y los diálogos no chirrían. Hay partes, además, donde si existe la conjunción entre historia y animación, especialmente cuando está el percusionista Chano Pozo. También se ha escrito que él es un poco sosón; claro, frente a una cubanaza morena de ojos verdes, cualquiera. A ver si siguen colaborando Trueba y Mariscal y a dónde llegan, de momento, pasan el corte.
Lo que opina Ana:
La historia no alcanza nunca la pasión que aspira a transmitir, sí son, en cambio, atractivos sus dibujos. Mariscal consigue recrear La Habana y Nueva York con enorme magnetismo, no te cansas de seguir sus trazos, los disfrutas con placer, así como cada aparición de Rita, quien llena la pantalla con sus movimientos y su voz. Es una pena que le falte tanta garra al guión.
Lo que opina Ana:
La historia no alcanza nunca la pasión que aspira a transmitir, sí son, en cambio, atractivos sus dibujos. Mariscal consigue recrear La Habana y Nueva York con enorme magnetismo, no te cansas de seguir sus trazos, los disfrutas con placer, así como cada aparición de Rita, quien llena la pantalla con sus movimientos y su voz. Es una pena que le falte tanta garra al guión.