
La ventaja que tiene ver "Huevo" después de "Miel" es que valoras mucho más la parte de la infancia, que ésta de la edad adulta. El mismo director compara sus películas a la poesía, y la lírica depende mucho del tono, de la sensibilidad, del estado espiritual. A mi "Huevo" no me gustó, seguramente no la supe leer bien; pero, sin embargo, cada día que pasa tengo mejor recuerdo de la emotiva "Miel", de su entorno, de su ambientación, de ese niño de ojos grandes. El adulto en que se ha convertido en "Huevo" me interesa mucho menos. Aunque hay que reconocer una voluntad de estilo común en ambas. La secuencia con la que comienza, un plano general con una figura que desde lo lejos se acerca a la cámara inmóvil es toda una declaración de intenciones.