martes, 30 de septiembre de 2008

El tren de las 3:10


La película enseguida nos presenta el drama existencial del personaje principal, el vaquero cojo. Es un hombre bueno en el duro oeste, al que no respetan, tratan de aplastarlo y de echarlo de sus tierras. Pretendan que huya. Él no se va, pero no se defiende con el código del oeste, que es aplicar con precisión la ley del Talión. Hasta su hijo mayor lo menosprecia. A partir de ahí comienza la redención del hombre.

La moral y el valor, acompañados de la justicia natural, en un medio hostil. En estos soportes frente a sus contrarios se aguantan las películas del oeste.

La secuencia narrativa va progresivamente e inexorablemente llevándonos hasta donde estos contrarios se enfrentan, sin intermediarios, al choque puro de los opuestos, al planteamiento de lo antagónico. Todo este recorrido previo es magnífico, por los personajes que los protagonizan y por las propias historias narradas. Donde tal vez la película no llegue o, mejor dicho, se pase, es en la recta final, cuando Russel Crowe, en principio el forajido y despiadado Ben Wade, tiene que levantar a su costa la leyenda del héroe, el vaquero cojo Dan Evans (Christian Bale). Dura mucho y es muy largo ese momento crucial. En el oeste esos actos requieren otra épica y otro desarrollo, menos empalagoso.
Lo que opina Ana:
Lo mejor que puedo decir de ella es que me lo pasé estupendamente viéndola. Me mantuvo imantada a la pantalla, disfrutando de la trama, de las actuaciones, de las tomas, de los escenarios. No me importó que el final fuera excesivo, que se resquebrajara con él algo de la solidez con la que se habían construido los caracteres de los dos personajes protagonistas. Puro cine, ya se sabe que el western es uno de los géneros cinematográficos por excelencia y la pena es que casi no se cultive en nuestros días.